Hoy, en el mismo momento en que estoy escribiendo estas líneas, una compañera esta haciendo su primera excursión. Hace unos días me llamarón a mí para acompañar a ese grupo, que precisamente venían a visitar mi pueblo, Priego de Córdoba. Yo ya estaba ocupada, pero ofrecí mi ayuda a quien hiciera el viaje en cualquier cosa que necesitara, sobre todo porque actualmente hay calles cortadas en Priego y los autobuses no pueden entrar al centro de la ciudad, si no que tienen que dejar a los grupos algo más alejados. Ella venía desde Loja, por lo que, ayer cuando me llamó, le indiqué el lugar por el que era más probable que llegaran a Priego y donde podía bajar al grupo, sin embargo, finalmente, el conductor los ha dejado en otro lugar, y me ha vuelto a llamar esta misma mañana, para ver si iban en la dirección correcta por la calle que iban. Por suerte iban estupendamente, aunque han tenido que subir una calle bastante empinada para llegar al centro. Estas y otras cosas son con las que nos encontramos los guías en nuestro trabajo diario: calles cortadas, cambios en los sentidos de circulación, atascos, cambios no indicados en los horarios de los monumentos, etc. y que nos hacen tener que ser rápidos a la hora de cambiar el rumbo de la visita. Y si esto es un inconveniente para alguien con experiencia que conoce el destino, imaginad para aquella persona que es la primera vez.
Todo esto, me ha recordado mi primer viaje. En mi caso no fue una excursión de medio día, si no que me adentré yo sola con un autobús completo en una semana por la Costa Brava. Todavía ahora, cuando lo pienso, no sé como fui capaz de aceptar ese viaje como "primer viaje" ni como la agencia se atrevió a confiárselo a una novata; pero su confianza valió la pena y al final del viaje pudimos todos respirar tranquilos, había salido estupendamente.
Sin embargo, yo me pasé dos semanas sin poder apenas respirar. Quieres que todo salga bien, quieres tener la máxima información posible sobre los lugares a visitar, quieres poder controlar todos los posibles eventos que puedan ocurrir, pero no tienes experiencia y en mi caso a dos días del viaje, sólo tenía datos por todas partes, una cantidad imposible de pueblos por los que pasaba, pero nada realmente preparado. Me habían enseñado como recopilar toda esa información, y como utilizarla, pero era el sistema de otro, y yo necesitaba adaptar ese sistema a mi propia forma de trabajar. Así que, a dos días del viaje, borré del ordenador todos los datos que había ido recopilando durante la semana anterior y comencé de nuevo, estableciendo un orden y una prioridad: primer día, segundo día, tercer día... y organizando pueblos y temas en el mismo orden en el que iba a necesitarlos. A pesar de todas las horas que trabajé, el día de la salida sólo había podido terminar el primer día de viaje y parte del segundo, pero me quedaban aún varios días de los que no tenía nada preparado. Sin embargo, cómo no salía hasta la noche, me tomé una tila (la primera y única vez que la he tomado en toda mi vida) y dejé toda la mañana libre para tomar una buena ducha que me relajara y preparar la maleta cuidadosamente. El primer día debía salir a la perfección, del resto ya me ocuparía durante el viaje. Así que pasé los días preparando la noche anterior, todo lo que iba a contar al día siguiente, llegué del viaje completamente exhausta por la falta de sueño, pero valió la pena por que todo había salido bien. Por supuesto, hablar en profundidad de todo lo que vemos durante el viaje no es lo más importante, ser amable y atenta y cuidar de que los clientes se lo estén pasando bien tiene prioridad, pero algo que te llena de orgullo es que alguien del grupo te diga "Tú has debido de estar aquí muchísimas veces, porque lo sabes todo y sabes dónde está todo".
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